domingo, 25 de noviembre de 2012

Trabajo autónomo



La siguiente reflexión sobre el trabajo autónomo es tomada del Manual de la implementación de la Escuela Nueva (Ministerio Educación Nacional República de Colombia):  Enseñar a pensar autónomamente significa que en las distintas actividades e interacciones que tiene el estudiante, aprenda a pensar por propia cuenta. La interacción pedagógica que lidera el docente debe contribuir a que el estudiante vaya aprendiendo a tomar sus propias decisiones, y esto se logra si este tiene la oportunidad de “descentrarse”, es decir, dejar el punto de vista subjetivo para colocarse en un lugar universal.

En el camino de construcción de autonomía es importante la confrontación de ideas entre compañeros y el docente para proponer distintas alternativas de solución a problemas cognitivos, éticos y, en general, a situaciones de la vida cotidiana. La formación del pensamiento autónomo requiere del diálogo con el otro, ya sea compañero o docente, y, en este proceso, a medida que los estudiantes van madurando su pensamiento, adquieren la capacidad para colocarse en el lugar del otro y, de esta manera, entender sus razones.

Lo anterior explica muy bien la importancia de un ambiente de aprendizaje donde se permita la comunicación entre los distintos actores que se encuentran en el aula de clase.

En la construcción de autonomía resulta fundamental el desarrollo de las competencias comunicativas, especialmente, enseñar a escuchar a los demás y a exponer el propio pensamiento.

Como docentes, la acción de proponer preguntas resulta ser una de las estrategias más convenientes, pues, con ellas, se contribuye a que el estudiante se motive a aprender algo nuevo, algo que quizás no había tenido la oportunidad de pensar o, al contrario, de ratificar que sus respuestas anticipadas eran las correctas. El docente debe desarrollar la habilidad para formular la pregunta adecuada de acuerdo con la edad y grado en que se encuentra el estudiante.

Preguntar es abrir posibilidades, toda vez que con ello se amplía el horizonte simbólico de los estudiantes, es decir, se desarrollan nuevas referencias (palabras y símbolos) con las cuales pueden interpretar las realidades sociales y naturales en las que se encuentran inmersos, y llegar a proponer la creación de otros mundos posibles.

Otro componente indispensable en la creación de un ambiente educativo para la formación de la autonomía consiste en realizar acciones comunicativas favorables para que los estudiantes comprendan que el aprendizaje no es lo que acontece exclusivamente en el salón de clase (Duarte, 2010), sino que fuera de la escuela se encuentran diversos escenarios para el desarrollo de sus competencias. Proponer actividades que trasciendan el aula de clase contribuye a que los estudiantes le encuentren sentido a los conocimientos que allí se trabajan. Las actividades que vinculan la vida escolar y la vida fuera de la institución educativa crean un clima que motiva a los estudiantes a aprender, pues entienden que el conocimiento y el desarrollo de habilidades y valores les sirven para orientarse y desempeñarse en la cotidianeidad.

El trabajo autónomo tiene como finalidad que los estudiantes se reconozcan como seres únicos e irrepetibles, con las competencias para fijarse sus propias metas, entender las estrategias para aprender, responder por los compromisos adquiridos y, lo más importante, ir construyendo un sentido para la vida.

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