jueves, 1 de noviembre de 2012

La interacción en el aula



 En un grupo grande como es la clase, los esquemas de interacción son muy complejos, pero es relativamente fácil apreciar la cantidad existente de la misma. Convienen que ella sea lo mayor posible, pues con un aumento de interacción se acrecienta la simpatía mutua de los alumnos y su concordancia en actividades y sentimientos.
La interacción se verifica a través de la comunicación, las barreras que la estorban pueden explicar la dificultad de una clase en resolver sus problemas internos, en hallar sus normas de comportamiento y en establecer el debido contacto con el maestro. Conviene, por consiguiente, crear en el seno de la clase una buena red de comunicaciones.
En las escuelas tradicionales solía haber comunicación en un solo sentido, a saber, del maestro hacia el alumno, pero no a la inversa. Esto no solamente engendraba apatía y temor en los alumnos, sino que privaba al maestro de información sobre el modo como eran captados sus mensajes por los alumnos receptores. Cuando hay retroacción (posibilidad de que los alumnos emitan, a su vez, informaciones al maestro) se dan efectos positivos, como son un aumento de atención en los alumnos y de su interés por la tarea que se les propone.
En el terreno afectivo los efectos son todavía más notables. Si el maestro adopta una actitud que no es grata a los alumnos y éstos tienen la posibilidad de decírselo, esta comunicación resulta catártica y, por tanto, descarga la hostilidad de los alumnos, los cuales, por este mismo hecho, se sentirán ya más tolerantes con respecto al maestro. Siempre resultará negativo el privar a los alumnos de toda posibilidad de expresión.
Cuanto más numerosa es una clase, menos posibilidades de intervenir tienen los alumnos, disminuyendo con esto su gusto no solo por las discusiones comunes, sino también por el grupo mismo. En dichas clases hay alumnos que se sienten inhibidos para expresarse, con esto disminuye la cohesión del grupo que se escinde en subgrupos.
La interacción aumenta cuando los alumnos pueden verse entre sí. Por tanto, la clásica disposición de asientos en nuestras escuelas favorece el trabajo individual, pero no el trabajo en equipo ni la interacción. Los alumnos tímidos se expresarán más fácilmente si se hallan situados en primera fila.

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