Tomo los apuntes de Sadler publicados por el Instituto
Nacional para la Evaluación del Educación José Ma. Velasco 101, Col. San José
Insurgentes, Delegación Benito Juárez, C. P. 03900, México D. F. para subrayar
la importancia de que los docentes valoren la importancia de los objetivos de
aprendizaje en la evaluación. Sadler
(1989) aportó el modelo más aceptado de la evaluación formativa. Este autor
indicó que es insuficiente que los maestros simplemente den una retroalimentación
respecto de si las respuestas son correctas o incorrectas. En vez de ello, para
facilitar el aprendizaje, es igualmente importante que la retroalimentación esté
vinculada explícitamente a criterios claros de desempeño y que se proporcione a
los estudiantes estrategias de
mejoramiento. Este modelo de evaluación formativa fue explicado más
ampliamente en un reporte reciente de Atkin, Black, y Coffey (2001) sobre
evaluación en ciencias en el aula. Estos autores construyen el proceso de evaluación
del aprendizaje con estas preguntas clave:
• ¿Adónde tratas de ir?
• ¿Dónde estás ahora?
•
¿Cómo puedes llegar ahí?
Al responder la pregunta de
evaluación (la No.2, ¿dónde estás ahora?) en relación con el
objetivo de la enseñanza (pregunta No. 1) y dedicándose específicamente a lo
que se necesita para alcanzar el objetivo (pregunta No.3), el proceso de
evaluación formativa respalda directamente el mejoramiento.
Establecer
objetivos claros para el aprendizaje por parte del estudiante
implica mucho más que anunciar una finalidad de la enseñanza para que los
estudiantes la contemplen. También requiere la elaboración de los criterios
mediante los cuales será juzgado el trabajo del estudiante. ¿Cómo
sabrán el maestro y el estudiante que se ha entendido un concepto? ¿Cómo
se evaluará la capacidad del estudiante para defender un argumento?
Luego, la fase de evaluación
debe ocurrir durante el proceso de aprendizaje, mientras el estudiante trabaja
en tareas que ejemplifican directamente el objetivo del aprendizaje que se
propone alcanzar.
Esta evaluación, que se hace
en medio del aprendizaje, podría ocurrir por medio de preguntas al estudiante
durante el trabajo grupal, cuando un/ una estudiante explica a la clase cómo
resolvió un problema, o al examinar un trabajo escrito. Finalmente, en la
tercera etapa, para que la evaluación formativa sea de verdadera ayuda para el
aprendizaje, debe darse una retroalimentación que proporcione entendimiento
acerca de cómo llenar una carencia. Por ejemplo, cuando un estudiante tiene aún
confusión respecto de un concepto fundamental, ¿existe
un método diferente para abordar el problema o un conocimiento esencial al que
haya que volver? Si el razonamiento en un trabajo de composición está
desarrollado en forma deficiente, ¿cómo puede corregirlo el estudiante después
de tomar primero en consideración lo que falta en relación con los criterios de
evaluación?
Este modelo de evaluación
formativa es más que una etapa de recolección de de datos. Es un modelo para el
aprendizaje que corresponde directamente a la Zona de Desarrollo Próximo (ZDP)
y a la teoría sociocultural del aprendizaje.
Tal como lo visualizó
Vygotsky (1978), la Zona de Desarrollo Próximo es la región, en un continuo imaginario
de aprendizaje, entre lo que un niño puede hacer de manera independiente y lo que
ese mismo niño puede hacer si lo ayudan.
Wood, Bruner y Ross (1976)
desarrollaron además la idea del andamiaje para caracterizar el apoyo, bajo la
modalidad de guía, indicaciones y estímulo, que los adultos proporcionan en la ZDP
con objeto de capacitar a quien aprende a desempeñar a un nivel de logro algo
que de otro modo no habría sido capaz de alcanzar. La etapa de evaluación en el
modelo de evaluación formativa (¿dónde estás ahora?) proporciona la comprensión
que se necesita para un respaldo eficaz. Y el modelo formativo completo, que comprende
el esclarecimiento del objetivo y la
identificación de los medios para llegar ahí, puede verse esencialmente como un
sinónimo del andamiaje de la enseñanza. En realidad, la versión plenamente
elaborada de Sadler de la evaluación formativa requiere que los maestros y los estudiantes tengan una
comprensión y una apropiación compartidas del objetivo de aprendizaje y,
por último, que los estudiantes sean capaces de supervisar su propio
mejoramiento.
Esto corresponde al objetivo
del andamiaje: fomentar que quien aprende interiorice este proceso y asuma su
responsabilidad.
En el mundo real, los
maestros rara vez tienen tiempo para dar sesiones de tutoría individuales o de
hacer evaluaciones dinámicas que les permitieran dedicarse a impartir una enseñanza
con andamiaje a un estudiante durante un ciclo completo de aprendizaje. Y, con
seguridad, planear la enseñanza para un salón de clases completo lleno de
estudiantes cuya ZDP es muy variada, es un verdadero reto. No obstante, pueden
establecerse rutinas del aula para garantizar que los elementos básicos de la
evaluación formativa y del andamiaje estén establecidas y funcionando en la
forma de interacciones de enseñanza ordinarias. Por ejemplo, hablar con
estudiantes en forma individual es una parte normal de la enseñanza de la
escritura, junto con la corrección editorial por los compañeros o el ejercicio de
la silla del autor, que es una práctica en la que un estudiante comparte
algo que ha escrito con toda la clase. Otra estrategia es desarrollar las capacidades
de los estudiantes para proporcionarse retroalimentación unos a otros. Una de
las razones por las que el discurso sobre el aula ha recibido tanta atención en
la investigación sobre la reforma en la enseñanza, es que las pautas de interacción
grupal, especialmente las preguntas de los estudiantes y la forma en que explican
su razonamiento, pueden proveer de andamiaje al aprendizaje del estudiante, sin
que sea necesario que el docente invierta tiempo para atender a los estudiantes
uno por uno. Cobb, Wood, y Yackel (1993) hablan de análisis de toda una clase donde
hay andamiaje y donde los estudiantes son capaces no sólo de esclarecer su
comprensión de conceptos matemáticos, sino también de practicar las normas y
formas sociales de hablar en esa disciplina. De igual manera, en clases de
investigación en Ciencias (Hogan y Pressley, 1997), los estudiantes aprenden a
dar evidencias que sustenten una posición y también a criticar las conclusiones
sin fundamento de sus compañeros de clase: una forma valiosa de retroalimentación.
Semejantes despliegues públicos en que se desarrolla el pensamiento crean,
asimismo, la oportunidad perfecta para la evaluación formativa. Idealmente,
pues, la evaluación formativa debe quedar perfectamente integrada en la enseñanza.
El contenido de aprendizaje
debe tener una mirada especial señala Martha Domís, porque la evaluación carece
de significado si no abarca las cosas que más se quiere que aprendan los estudiantes. Dice que hay que
tener conciencia de los avances de los
estudiantes porque, dentro de los contenidos de las materias, los maestros
deben tener también una idea de las progresiones típicas de aprendizaje, con el
fin de que sepan en qué dirección ayudan a los estudiantes, y también cómo
respaldarlos cuando la comprensión falla.
En la evaluación de los
aprendizajes hay que tener acceso al conocimiento previo, cómo hacer explícitos
los criterios, proporcionar retroalimentación, etcétera. No obstante, no hace
falta que ninguno de estos procesos interrumpa la enseñanza, sino que más bien
deben retroalimentar un aprendizaje continuo. Aun si no tomara tiempo para un
examen formal, los resultados pueden utilizarse para un diagnóstico de la enseñanza
con el fin de decidir qué conceptos necesitan más análisis y trabajo. Y así
lograr que los estudiantes puedan llegar a entender que tales evaluaciones
tienen una finalidad de aprendizaje.
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