SOLEDAD
La de los montes gigantes
de las montañas
primarias,
en las que apenas
el sol
penetra sus
rayos, con los
que alumbra el
camino de
la maraña de
insectos que
devoran con
ansias el verdor
de las hojas del
mar infinito
de la espesura
indomada.
La de la ciudad y
sus calles
que con urgencia
de gente
cual abejas hambrientas,
circulan, vuelan,
revolotean,
por cada puesto de
venta,
llevando como
bachacos
productos al
hormiguero,
en medio de tanta
gente,
la soledad me
atormenta,
busco agitado a
la flor de mayo,
para oler su
fragancia del
fluir de florales
en capullos
y rosas para
apagar el dolor
de mi enorme
tristeza, de no
encontrarte entre
tanta gente.
Soledad de no
tenerte en mis
brazos, para
decirte cuanto te
amo, para
dormirme en tu pecho.
Te marchitaste
flor de mayo,
el día que se tornó
noche, cuando
se nublaron mis
pupilas al saber
que nunca más te encontraría
con tu alegría a
flor de labios.
Soledad la de
encontrarme,
en el silencioso
aposento,
con el sonar de
ventanas, con
el crujir de las
puertas que se
azotan contra sus
marcos para
decirme que estas
presente,
para hablarme en
el silencio
de vida pasada,
de la alegría
del mar, del
tambor y su son en
marimba del
pambelé, berejú,
música que ruge
desde lo alto,
dulce gemido que
llora en la lira,
intrusa, risueña,
ululando penetra
por los espacios
abiertos del
cielo en que paciente
me esperas,
para juntos jugar
como niños, como
amantes y morir
entre tus besos.
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